Juan Baigorri Velar, el mago que hacía llover
La prolongada sequía, que parece ir quedando atrás a raíz de las últimas lluvias, determinó hace muchos años, que aparecieran "magos de la lluvia", convocados por productores agropecuarios para que la lluvia aparezca y salvar de esa manera sus cosechas.
Fue en 1938 cuando el ingeniero Juan Baigorri Velar descubrió que uno de sus aparatos, cargado con reactivos químicos y conectado a una batería, provocaba lluvias en cualquier lugar donde se encontrara.
A partir de ese momento comenzó a realizar pruebas en los lugares más difíciles, como la Estancia "Los Milagros", de Juan Balbi, provincia de Santiago del Estero. Hacía 16 meses que no se producían precipitaciones. Baigorri conectó sus instrumentos y logró lo que en aquel entonces fue considerado un milagro: llover.
También en Santiago del Estero fue solicitado por el mismo gobernador de la provincia, el Dr. Pío Montenegro. Acudió a una estancia del funcionario en donde no llovía desde hacía ya tres años. Tres días de trabajo y llovió 60 mm en dos horas. Nuevamente Santiago del Estero, para Navidad. Llovió como nunca. En Carhué hacía tres años que no llovía. Fue Baigorri con sus aparatos y llovió tanto que desbordó la laguna.
El Ministro de Asuntos Técnicos de la provincia de San Juan lo llamó en 1951 para probar suerte en una zona en la cual no caía agua desde hacía 8 años. Probó y llovió 30 mm. A pesar de todo esto hay una buena parte de la opinión pública que desconfiaba del método. Lo llamaban "el mago de Villa Luro" y les costaba creer que todo aquello fuera posible. El Director del Servicio de Meteorología Nacional no perdía ocasión para hablar con tono entre burlón y despectivo de Baigorri Velar. Un día el diario "Crítica" anunció, a modo de desafío, que el ingeniero haría llover entre el 2 y el 3 de enero de 1939. Baigorri aceptó el reto y no sólo eso: con un rasgo de humor poco habitual en él, ya que se trataba de un hombre que tomaba todo muy seriamente, le envió un paraguas de regalo al hombre que se burlaba de sus métodos, el Director de Meteorología. En efecto, llovió entre el 2 y el 3 de enero.
Lo entrevistaron de varios diarios y revistas extranjeras. En la década del 40 un ingeniero norteamericano vino a verlo ofreciéndole mucho dinero por el invento y Baigorri contestó que: -Soy argentino. Y mi invento es para beneficiar a la Argentina. Los ofrecimientos se sucedieron, pero la respuesta fue siempre la misma. A pesar de todo esto, el manoseo popular de la idea y las feroces embestidas de funcionarios que no estaban de acuerdo, hicieron que Baigorri Velar decidiera retirarse, aunque continuó con esporádicas experiencias en los lugares en donde se lo solicitaba.
Tal vez no llovió siempre que acudió el ingeniero con sus aparatos a ciertos lugares, pero es innegable que sí lo hizo en otros donde hacía mucho tiempo que tal cosa no ocurría. El hecho es que todavía hoy se habla y se entablan polémicas sobre el tema.
Anciano y solo, vendió la casa y se mudó a lo de un amigo francés, que le prestó una habitación en un departamento. Murió en el otoño de 1972.
Tenía 81 y había llegado al hospital solo, con problemas en los bronquios. Nadie más supo de la extraña máquina de las antenas. Ni si Baigorri dejó un sucesor secreto para que la activara como homenaje durante su propio sepelio: cuando lo estaban enterrando, en el cementerio de la Chacarita, se puso a llover.
LA OPINION RAFAELA COM AR
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