Cassius Clay o Muhammad Alí cumplió 70 años. Fue uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos y reinó en una época donde los pesados de ahora ni hubieran podido acercarse al ring.
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UNA ESTRELLA. ALÍ ES UN VERDADERO EMBLEMA DEL BOXEO MUNDIAL. CAMBIÓ LA HISTORIA DEL DEPORTE DE LOS PUÑOS.
Martín Perazzo
El recuerdo se torna melancólico cuando el presente ni siquiera nos alcanza a distraer. Cassius Clay, uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos, nació el 17 de enero de 1942 (hace 70 años) en Louisville, Kentucky, y en 1965, tras convertirse al Islam, cambió su nombre por el de Muhammad Alí.
El cumpleaños de esta gloria viviente activó el mecanismo de la memoria para recordar su vida de película y las peleas ante aquellos colosos a los que les ganó mucho y perdió poco, en una época donde los pesados de estos tiempos ni siquiera se hubieran podido arrimar al ring.
Archie Moore, Sonny Liston, Zora Folley, Ringo Bonavena, Joe Frazier, George Foreman, Ken Norton, Leon Spinks y Larry Holmes son parte de la lista de los retadores que alguna vez padecieron o disfrutaron de las mieles de Alí arriba y abajo del ring. De todos se rió y les puso apodo como parte del juego promocional, aunque para él se reservó el mejor seudónimo El Más Grande.
Luego de ganar la medalla dorada en los Juegos de Roma 1960, Clay conoció las luces del profesionalismo y en tan sólo cuatro años se transformó en campeón del mundo de los pesados en Miami, Florida. Sonny Liston, a quien llamaba Oso Feo, no quiso salir a pelear al séptimo asalto, Cassius apuntó su vista a la cámara para gritarle al mundo que era el mejor con 22 años. “¡Tráguense sus palabras! ¡Soy el más grande! ¡Soy el más grande!”. Corona en mano llegó el primer capítulo de autobombo, show y marketing que dividió las aguas entre quienes lo amaban y los que lo aborrecían. Alí fue un fanfarrón sin freno, pero su magia le ayudó a sostener cualquier bravuconada.
En 1967 la popularidad subió a las nubes. En el Madison de Nueva York hizo su primera pelea, ante Zora Folley, a quien le ganó por KO en su última pelea antes de la suspensión por negarse a combatir en Vietnam. “Por qué me piden que vaya a la guerra a arrojar bombas… mientras los negros de Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos más simples”. Las autoridades retiraron su licencia y dejaron vacante el título de los pesados. Su lucha no se quedó únicamente sobre el cuadrilátero. Fue un impulsor de la reivindicación del pueblo afroamericano en los Estados Unidos y una de las grandes personalidades de la segunda mitad del siglo XX.
Al recuperar su permiso volvió con todo, reventó el Madison con Ringo Bonavena y paralizó al mundo entre 1971 y 1975 enfrentando a Joe Frazier, con tres combates que fueron enmarcados para colgar en la pared más grande de este deporte. Su historia se transformó en leyenda, bailó como Elvis, pegó como un toro y conservó sus convicciones hasta cambiar el rumbo del noble arte de los puños.
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